jueves, 5 de marzo de 2015

Hay que darle vidilla a esto de las palabras.


  Esta noticia reflejada en el periódico de tirada nacional, El País, es un claro ejemplo de que las palabras son un arma de doble filo porque, al igual que se pueden ir en tu favor, pueden convertirse en tu condena.

“¿Quién me mandaría a mí a decir eso?”, estas palabras estoy seguro que aparecieron en la mente del portavoz en el congreso del Partido Popular, Rafael Hernando, al llamar Naranjito (como la mítica mascota del mundial del 82 celebrado en España) al presidente de uno de los nuevos partidos que suben como la espuma en las encuestas, Ciudadanos. Este partido, tiene como color identificativo, el naranja.

“¿Por qué tendría que existir las redes sociales?", Segundo remordimiento del dirigente popular. Tras sus palabras, Albert Rivera subió a Twitter una foto suya junto a Naranjito, y en poco tiempo, el hagstag #YoSoyNaranjito causó furor en la plataforma del “pajarito”. En definitiva, las redes sociales rigen, hasta la nueva fórmula para hacer política. La política, está hecha para estar al servicio de los ciudadanos, o eso se supone, y por ello, que mejor manera de llegar a los ciudadanos que con ellas. Elemento de la vida cotidiana, y más seguidas que cualquier mitin, las redes sociales se están convirtiendo en un arma para las nuevas fuerzas políticas como Podemos o Ciudadanos que buscan en ellas el método para mostrarse cercanas con las personas y diferenciarse de los partidos clásicos con los que reúsan a compararse.  El comunicarse con los votantes, es clave.


Las palabras son un arma de doble filo, de ahí la necesidad de saber cómo usarlas, de cómo usar aquella retórica que ya los sofistas enseñaban a los futuros gobernantes en la antigua Grecia. Y es esto lo que traen las cabezas visibles de  los nuevos partidos. Personas que levantan a las masas, personas que saben cuál es la mejor contestación en cada momento. Muy bien sabían esto personajes como Hitler o Gebbels que consiguieron mediante sus discursos llevar a una nación a que siguieran sus intereses. En definitiva, la palabra lo puede todo, tanto llevarte a la gloria como guiarte a los infiernos.

Todo lo hasta ahora expuesto, viene a encarrilar mi pregunta que os hago, ¿se tendría que enseñar en las escuelas el arte del hablar? En otros países como Argentina, se dan clases similares a lo que sería enseñar retorica. ¿No llevaría esto a mejorar la exposición de los ciudadanos  a momento en los que necesita convencer, como en una entrevista de trabajo o en una presentación de unos resultados económicos a su jefe? En mi opinión si, al igual que ayuda en política. Que los españoles fuéramos de los mejores en ello, llevaría a mejorar la opinión de otros países frente a España, a mejorar las relaciones internacionales o a simplemente, descontextualizándolo de lo meramente político o económico, aprender a argumentar, criticar y gestionar de forma inteligente lo que se dice o se deja de decir.


En definitiva, tanto redes sociales (Twitter), que funciona con mensajes verbales cortos, como en mítines donde la expresión oral juega un importantísimo papel, el ser elocuente es algo que marca las diferencias en política, ¿por qué no extrapolar esto a la vida cotidiana y enseñar a ser buen orador? Para mí, esto sería un paso clave

1 comentario:

  1. Guillermo, estoy totalmente de acuerdo con la elevada importancia que le das a la retórica, mas se ha de ser cauto al elogiarla. Por suerte o por desgracia no todo el mundo tiene la oportunidad de tratar con esta enseñanza. Por desgracia porque sería fascinante poder tener conversaciones con alguien que durasen horas cada uno defendiendo su postura. Pero por suerte también, ya que como digo estas conversaciones que durasen horas llegarían a pocas conclusiones. Véase la política actual en la que mucho se habla y poco se acuerda.
    Ya advertía Schopenhauer en su tratado El arte de tener razón (obra que debería de ir en letra cursiva, pero escribo desde un tablet y no sé como hacer tal cosa) la diferencia entre llevar razón, y por tanto estar en lo correcto, y tener razón, lo que simplemente significa haber utilizado los argumentos necesarios para hacer ver que uno esta en lo correcto, sin importar si esto es cierto o no.

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